No hay toro, hay buey
Salgado Macedonio, aun con el apoyo de AMLO, ya dejó de ser un político viable. No hay toro, hay buey. Por: Ángel Dorrego
El partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) postuló a Félix Salgado Macedonio como su candidato a la gubernatura del estado de Guerrero. Sin embargo, la candidatura se malogró debido a que no se entregó el informe de gastos de precampaña, indispensable para continuar en el proceso. Su compañero de partido, Raúl Morón, designado para la misma candidatura por Michoacán, sufrió de la misma suerte por los mismos motivos. Pero a Salgado Macedonio hay que agregarle que se develaron acusaciones por abuso sexual durante la precampaña, lo cual activó a los colectivos feministas, que protestaron para evitar que llegue a la gubernatura de su estado.
Sin embargo, todas estas acusaciones han sido sobreseídas por el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, quien ha sido consistente en declarar que las imputaciones en contra de Salgado son inventos de sus adversarios para desacreditar su movimiento. Y ha estirado la liga hasta sus mayores límites para lograr que Salgado gobierne y, al no lograrlo, acusó al Instituto Nacional Electoral (INE) de antidemocrático, entre otros calificativos. Y si pensamos que para el presidente la democracia es la voluntad del pueblo (y no una serie de procesos reglamentados para lograr una representación incluyente de la ciudadanía), y que él entiende la voluntad del pueblo en su mente; pues sí fue antidemocrático.
Pero Salgado también es una figura que atrae muchos negativos en la opinión pública. ¿Por qué el gobierno federal se aferra a él? Habrá que reconocer que López Obrador es sumamente fiel a sus pactos políticos decimonónicos: cuando un miembro de su grupo que ha tenido la lealtad ciega que él pide para sus acciones es atacado por cualquier causa, él defiende a la persona a ultranza y sin investigar. Éste es el caso de Salgado, que ha seguido a López Obrador durante casi toda su carrera política, ya sea como activista, diputado, senador o alcalde. Además, tiene el perfil de luchador social que nuestro presidente tiene idealizado, ya que es un líder de campesinos guerrerenses devenido en político formal de aquellos que arma protestas cuando no se cumplen sus demandas y no se arruga ante las amenazas de la autoridad de aplicar la ley, de esos que arman protestas cada que pierden una elección. Es un toro.
Y su actitud permanente es embestir cuando no convence. Lo ha hecho muchas veces en su vida política, y con muchos excesos. Como la vez que lo detuvieron por manejar su motocicleta en estado de ebriedad, acusar a los policías que lo detuvieron de emborracharlo en la patrulla, para finalmente admitir la culpa y deshacerse de la moto con fines benéficos. Como ven, eso de cambiar versiones es costumbre. O la vez que perdió un debate en el senado y armo un zafarrancho pues quería golpear a su codebatiente al grito de “¡yo sí te parto tu…! Y ni hablar de su paso como alcalde de Acapulco, donde logró que lo que estaba mal se pusiera peor. Y ahora viene una serie de acusaciones en un ámbito tan delicado como el de los delitos sexuales, afortunadamente cada día más exhibido y fustigado. Salgado Macedonio no se volvió impresentable a partir de estas acusaciones, siempre lo ha sido. Pero él justifica creyendo que es un toro.
¿Qué le pasa a un toro cuando pierde esa “virilidad”? Salgado ha hecho una carrera política basada en el choque, el impacto y la presión. Por su fuerza de ir contra todo por apoyar a su causa. Pero este toro se ha topado con la barrera de la ley, de las reglas, de los límites para la sana convivencia. Sus facultades son poco valoradas en este entorno y tiene severos problemas de adaptación. Fuera de su propio imaginario, ya perdió las facultades que lo hacían líder, pues parece que lo que se presumió conquista fue chantaje. Por lo menos vale la pena investigar eso, y es obligación de las autoridades. ¿Qué queda de un toro sin su fuerza viril? Un buey.
A Salgado le han otorgado la dirección de su partido en Guerrero, y su hija es aspirante a sustituirlo como candidata porque el pensamiento político setentero también incluye a los orgullos del nepotismo. Y mientras nuevas generaciones identifican a los luchadores sociales con personalidades como la joven ambientalista Greta Thunberg, nosotros seguimos con este modelo arcaico y fracasado de la defensa del pueblo. Salgado seguirá en la vida pública porque el presidente así lo ha decidido, aunque sus armas de toro han fallado. Pero todo lo que se mueve atrás de un buey no es más que un objeto. Ojalá no haya mujeres que sigan a este buey.
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Gobierno total, pero barato. Por Ángel Dorrego
Analista, consultor y asesor político. Especializado en temas de seguridad y protección civil. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Maestro en Estudios en Relaciones Internacionales también por la UNAM. Cuenta con experiencia como asesor de evaluación educativa en México y el extranjero, funcionario público de protección civil y consultor para iniciativas legislativas.
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