Pronósticos del clima en tiempos de la pandemia
Los pronósticos del clima son más difíciles de elaborar tras el estallido de la pandemia de covid-19. La pandemia de covid-19 ha afectado a diferentes sectores y la meteorología no es una excepción.
La calidad y la cantidad de la información obtenida mediante observaciones que alimentan a los modelos de pronósticos meteorológicos podría verse afectada por la pandemia, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Conocer el estado de la atmósfera es esencial para hacer un buen pronóstico del tiempo.
Además de anunciar sol o lluvia, los pronósticos del tiempo nos permiten prepararnos mejor para los peligros que puede suponer el clima como por ejemplo las inundaciones en primavera o los huracanes.
La pandemia ha reducido la cantidad de varias de estas observaciones de diversas maneras. Pero científicos en todo el mundo están encontrando formas de llenar algunos de estos vacíos.
El sistema de observación global de la OMM provee observaciones de la atmósfera, como la velocidad del viento y la temperatura de la superficie de los océanos.
Los pronósticos son esenciales, por ejemplo, para prepararnos ante la llegada de un huracán.
Este sistema depende de la colaboración cercana entre agencias nacionales e internacionales que aportan mediciones tomadas por diferentes instrumentos.
El sistema de observación global de la OMM depende de observaciones tomadas en tierra, en el aire, en el océano y desde el espacio.
Más de 10.000 estaciones en superficie, 1.000 estaciones localizadas en globos meteorológicos, 3.000 aeronaves comerciales, 7.000 barcos, 100 boyas ancladas, 1.000 boyas flotantes, 30 satélites meteorológicos y 200 satélites de investigación recogen información sobre la Tierra.
La frecuencia y distribución espacial de estas mediciones varían enormemente, dependiendo del tipo de observación.
Por ejemplo, una estación meteorológica en la superficie puede recoger mediciones de las precipitaciones cada cinco minutos, mientras que el satélite CloudSat, dedicado a la observación global de las nubes, toma mediciones cubriendo la misma zona geográfica cada 16 días.
Cómo se hacen los pronósticos
Los modelos atmosféricos son un set de ecuaciones que describen el estado cambiante de la atmósfera.
Requieren información sobre el estado inicial de la atmósfera y de la superficie de la Tierra (tierra y océanos) para elaborar pronósticos del tiempo.
Desafortunadamente, los datos obtenidos mediante la observación no son suficientes para crear un panorama completo de la atmósfera porque están distribuidos irregularmente en el espacio y el tiempo, y a veces contienen errores.
Ahí es donde entra en juego una técnica conocida como “asimilación de datos”.
Esta técnica combina datos de observación con datos obtenidos mediante un modelo atmosférico para lograr los mejores estimados del estado de la atmósfera.
En otras palabras, empieza con un modelo de pronóstico del tiempo y lo corrige con datos que aporta la observación.
El resultado de la asimilación de datos es una imagen completa coherente de la atmósfera y de la superficie de la Tierra en un momento dado.
Una vez que se conoce el estado inicial de la atmósfera y de la superficie de la Tierra, se puede aplicar un modelo atmosférico para predecir su evolución.
El impacto de la pandemia
La pandemia de la covid-19 ha provocado una disminución en las observaciones hechas por vuelos comerciales debido a la reducción del tráfico aéreo.
En Europa, por ejemplo, se ha visto una reducción del 90% en el número de vuelos diarios.
La reducción de vuelos comerciales significa que que los científicos disponen de menos observaciones.
También se ha producido una caída en el número de observaciones manuales en estaciones meteorológicas en superficie, que no están totalmente automatizadas.
En el largo plazo, otros componentes del sistema de observación pueden sufrir un impacto negativo si no se puede hacer mantenimiento o reparaciones.
Cada tipo de observación tiene un impacto diferente en la calidad del pronóstico.
Estudios llevados a cabo por el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (CEPMPM) mostraron que, sin datos meteorológicos de los aviones, la calidad de los pronósticos del viento a corto plazo y de temperatura a altitud crucero decrece en un 15%, lo cual puede afectar la predicción de la corriente en chorro y, en consecuencia, los pronósticos de tormentas de invierno y olas de calor.
La calidad de los pronósticos cercanos a la superficie también se reduce, pero no tanto.
Irónicamente, la importancia de las observaciones de los vuelos fue destacada a mediados de febrero de 2020 durante un taller de trabajo del CEPMPM.
Afortunadamente, el impacto de las observaciones satelitales en la calidad de de los pronósticos es mayor que el de los datos meteorológicos de los aviones.
Temporada de huracanes
La comunidad científica está tratando de mitigar el impacto de la disminución de los datos de observación recopilados por los aviones.
Para compensar la falta de información, se han lanzado más globos meteorológicos al cielo.
Como resultado, los servicios meteorológicos nacionales en Europa están lanzando más globos meteorológicos.
Observaciones de satélites lanzados recientemente pueden ayudar a cubrir el hueco dejado por la reducción de observaciones.
Este es el caso del satélite Aeolus de la Agencia Espacial Europea, que recoge información sobre el viento en distintas altitudes.
El declive de la calidad de los pronósticos del tiempo se suma a los muchos desafíos que plantea la pandemia.
Con una temporada de huracanes en el Atlántico que se espera que sea más activa de lo normal, es aún más importante pronosticar correctamente la trayectoria y la intensidad de los huracanes.
De hecho, para los países caribeños, donde se espera que el momento de más casos de covid-19 tenga lugar justo antes de la temporada de huracanes, la pandemia es un gran obstáculo para prepararse para este peligro meteorológico.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation Por Marta Moreno Ibáñez, quien es candidata del doctorado en ciencias atmosféricas y de la Tierra de la Universidad de Quebec en Montreal, Canadá.