Tras el magnicidio de Uruapan…¿Qué sigue?
Tras el magnicidio de Uruapan…¿Qué sigue?
Pulso, Por Andrés González Arias.
Martes 4 de noviembre del 2025
El domingo pasado y tras del magnicidio de Uruapan, el cielo en buena parte del país amaneció nublado; nubes que ocultan el sol, pero no la tristeza; así también el cielo en Querétaro; así también en Michoacán.
A los lamentables sucesos del cobarde asesinato del alcalde independiente de Uruapan, Carlos Manso, corrió la noticia como reguero de pólvora por las benditas redes sociales. Y a eso de las diez de la noche de ese sábado primero de noviembre, ya más de la mitad del país ya lo sabía.
Carlos Manso era un político irreductible y no se andaba con medias tintas. No fue un héroe de sainete. Nunca.
Era, eso sí, dueño absoluto de su parecer. Tampoco se consideró dueño absoluto de la verdad. Quería la paz y la reclamaba ante quién fuera. Sin embargo, estaba entre las ambiciosas tenazas del crimen organizado y la ineptitud del gobierno del estado de Michoacán, del gobierno federal.
Manso nunca fue un político ni engreído, ni envanecido.
Sus asesinos creyeron que, por matarlo en un acto tumultuario, podrían escapar. Al alcalde de Uruapan lo protegía la ciudadanía, sus paisanos. De poco – o de nada – sirvieron los 40 elementos de la Guardia Nacional que supuestamente lo protegerían, según información de Omar García Harfuch. Al dar esa cifra el gobierno federal, lo único que exhibieron fue su poca o nula eficiencia.
Esa noche – el artero asesinato fue a eso de las 20.30 horas – el pueblo entero de Uruapan no durmió. Minutos antes de su muerte, había estado con sus hijos, con su esposa, la valiente Grecia Quiroz.
«Claro que tengo miedo» decía el hoy occiso, «pero eso no me espanta ni por eso voy a doblegarme».
Sus asesinos mataron a un valiente, pero no asesinaron sus ideas.
Con este hecho y tras su muerte, se abrieron nuevas zanjas, la de la libertad, las ansias de ser libres. Y su lucha, desde esa noche infausta, crece por todo el país.
Manso andaba siempre armado y se protegía con un chaleco de balas. Sus asesinos lo estaban cazando y no le dieron tiempo de defenderse.
Esa misma noche estalló, literalmente, el estado de Michoacán. El eco de la indignación pronto se extendió. El pueblo, en diferentes partes del país, exige justicia.
El gobernador de Michoacán, queriendo congratularse con el pueblo de Uruapan, asiste el domingo a sus funerales. Craso error. Y es que un hermano de Carlos forma parte del gobierno estatal.
Llegó solo para oír verdades. «Fuera…fuera» le gritaron a boca de jarró. Una mujer le plantó una bofetada. En tanto y mientras el gobernador todavía andaba en Uruapan, una horda de unas 800 personas, ya le tenían tomado el Palacio de Gobierno municipal, en cuyo edificio le propinaron destrozos de toda índole. Lo único que los detuvo fue la presencia de policías antimotines, pero el mal ya estaba hecho.
A primeras horas del domingo, la presidenta Claudia Sheinbaum convocó a sus fuerzas de seguridad para tratar el caso de Manso. «Este crimen no quedará impune» declaró esa misma mañana. El país entero espera una respuesta.

Los días siguientes – domingo y ayer lunes – el caldo de cultivo por este asesinato seguía creciendo. Ninguna ciudad en todo el país se sentía ajena a estos lamentables hechos.
La Constitución Política del Estado de Michoacán prevé que, en un plazo no mayor de 30 días, debe de elegirse al nuevo alcalde o alcaldesa y que deberá ser de alguno de los integrantes del cabildo existente. Se menciona a la regidora Hilda Flor del Campo, que también es independiente.
En tanto, la piel del ciudadano común y corriente sigue más sensible que nunca. Los diferentes grupos de activistas – sin partido y si por el amor a México – están citando vía las redes sociales, a una marcha nacional pacífica para el próximo sábado 15 de noviembre en la ciudad de México.
Y eso si – o también – debe preocuparle al gobierno federal.
El rumbo del país para todo lo que sigue, es desconocido.
Urge que, como lo pedía el alcalde Carlos Manso, el país se pacifique, sin paliativos.
Andrés González Arias
Periodista de toda la vida, egresado de la escuela Carlos Septién García, catedrático en la Universidad de Guanajuato, analista político en radio y prensa escrita, además de Premio Estatal de Periodismo en el 2000.
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