Menos Mal que solo son guardias
Menos Mal que solo son guardias, Por Samuel Pérez Rios Aldana.
Menos Mal que se ha puesto de moda a nivel nacional el mal actuar de los guardias de seguridad, contratados por establecimientos comerciales para «salvaguardar la integridad física de los comensales» por el mal desempeño de sus actividades y su abuso de poder.
Pero en realidad no es un tema nuevo, ni algo que nadie esté intentando mitigar, se ha presentado a lo largo de muchos años, y en innumerables ocasiones se ha señalado la falta de entrenamiento, supervisión, pero sobre todo, la mala legislación y regulación de este tipo de actividades que salen del control de las empresas que los ofrecen y los contratan para convertirse en un clan entre trabajadores para abusar de los clientes. guardias, guardias, guardias, guardias, guardias, guardias, guardias
Sin duda en muchos lugares se disfraza de servicio de seguridad el hecho de tener un grupo de porros golpeadores para amedrentar a los clientes, forzando propinas excesivas o exigir el pago de consumos exagerados, de lo contrario se corre el riesgo de salir golpeado del lugar, pues abusan de la superioridad numérica y de la evidente miopía de las autoridades.
Desde luego que es necesaria la corresponsabilidad de los clientes, pues el abuso del alcohol siempre sale a colación en este tipo de situaciones, aun que tratándose de un cliente que asiste a un establecimiento comercial a consumir y pagar por un servicio, debería de ser protegido, por lo menos, por la ley y no quedar a merced de cualquier empleado mal intencionado.
Los borrachos siempre serán imprudentes, altaneros, groseros y todo lo que usted, querido lector pudiera argumentar, pero tratándose de un establecimiento comercial con licencia para venta de licor, protección civil debería de establecer algún tipo de entrenamiento para empleados que les enseñara a tratar con ellos, tomando en cuenta que los empleados están ofreciendo un servicio y parte de él es lidiar con clientes en ocasiones insoportables.
Pero no existe actitud, insulto, ofensa o pretexto que valga la integridad física de un cliente, es tan absurdo como que golpearan a un impertinente en un banco por exigir airadamente una devolución o aclaración. Si analizamos faltan dos ingredientes, el estado inconveniente y mermado de un cliente y la superioridad numérica de los involucrados, tanto para abusar física y económicamente de él, como para encubrirlo, borrando evidencias y alterando los hechos en declaraciones ante la autoridad.
El resultado es simple, la indefensión del consumidor ante algo que hoy se ha convertido en una mafia que cambia de establecimiento, pero por lo general, son las mismas personas que abusan tanto del local, como de los comensales ante la mirada pasiva de las autoridades que se echan la bolita entre dependencias, tratando de lavarse las manos para no salir salpicados de culpa.
Ya hay victimas mortales, pero el problema es que solo algunos legisladores se arriesgan a pagar el precio político por promover penas más duras ante estos delitos que son tratados como aislados y pocas ocasiones sancionados debidamente por la falta de pruebas y las circunstancias en las que se dan (aun cuando hoy en día se ofrecen videos como evidencia).
La solución efectiva y tajante la tiene la sociedad civil al exigir buen trato en cualquier lugar y evitar a toda costa frecuentar sitios con este tipo de prácticas, además de evidenciar cualquier mal trato (con el uso de la prudencia y la razón) en cualquier establecimiento comercial.
De las autoridades, pues dependerá que la relevancia política sea más fuerte que los intereses económicos.
Menos Mal / Por: Samuel Pérez Rios.
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