Querétaro: cuando la política deja de obedecer
Querétaro: cuando la política deja de obedecer
El poder detrás del relato (EDR)
Por: Scribo Ut Gnoseam
La semana del 15 al 21 de diciembre dejó una imagen nítida de la política queretana entrando en una nueva fase: la del desacople. Nada se rompió del todo, pero tampoco nada volvió a encajar como antes. El poder siguió operando, sí, pero ya no con la docilidad automática que durante años definió la vida pública del estado.
El episodio que marcó el ritmo fue, otra vez, el presupuesto. No por el monto ni por los programas, sino por la forma. El paquete económico 2026 se aprobó, pero no se impuso. Hubo rechazo, empate, negociación forzada, modificaciones y, finalmente, una aprobación que llegó con raspones. El Congreso dejó de ser ventanilla y empezó a comportarse como arena. Morena bloqueó primero, cedió después; el PAN resistió, pero tuvo que explicar; y el Ejecutivo entendió algo que quizá no estaba en el libreto original: ya no alcanza con mandar el documento, ahora hay que persuadir.
Ese tránsito —de la obediencia automática a la negociación incómoda— es la verdadera noticia. No porque Querétaro se haya convertido en un parlamento europeo, sino porque se rompió una inercia. El presupuesto salió adelante, pero con una advertencia: la época de las mayorías silenciosas terminó.
En ese contexto, la narrativa se volvió un campo de batalla. Gilberto Herrera y su círculo insistieron en revivir Paseo 5 de Febrero como bandera política, aun cuando el gobernador fue claro: no hay obra nueva, hay deuda que pagar. No fue un error técnico; fue una estrategia discursiva. Mantener vivo un tema cerrado en los hechos, pero rentable en redes. El problema es que el discurso exagerado empieza a aislar. Incluso dentro de Morena, las posturas más radicales ya no arrastran a todos. La estridencia suma likes, pero resta aliados.
Mientras tanto, otra tensión se cocinaba dentro del PAN. La famosa “foto de unidad” mostró más de lo que pretendía ocultar. Luis Nava y Felifer Macías colocados detrás del gobernador; otros aspirantes relegados a la periferia del encuadre. En política, las fotos no son recuerdos: son mapas. Y ese mapa es leído como señal de carriles preferentes rumbo a la sucesión, aunque nadie lo admita en público. A la par, el discurso oficial habla de unidad, de modelo queretano, de cierre de filas. Pero el ruido interno —reproches, desconfianzas, padrinazgos incómodos— no desaparece con comunicados.
Las reglas también empezaron a cobrar factura en lo local. Los municipios morenistas de Tequisquiapan y Pedro Escobedo vieron rechazados sus presupuestos. No por color partidista, sino por mala técnica. Ahí la lección fue cruda: la oposición no exime de cumplir con los criterios institucionales. Gobernar no es denunciar; es saber armar números.
En paralelo, la seguridad apareció en dos planos distintos, pero complementarios. Por un lado, la estrategia Sinergia por Querétaro avanzó hacia su formalización legal, buscando dejar de ser solo coordinación operativa y convertirse en diseño institucional de largo plazo. Investigación, inteligencia, tecnología, cooperación interinstitucional: la apuesta es clara. No solo detener, sino sostener los resultados en el tiempo. Por otro lado, el debate nacional sobre el terrorismo —negado en el discurso, evidente en los hechos— recordó que las palabras también gobiernan. Nombrar o no nombrar la violencia no la hace desaparecer; solo la desplaza al terreno de la simulación.
El tema del tren volvió a cruzar la conversación pública, esta vez con más dudas que certezas. En las columnas revisadas aparecen preocupaciones sobre localización de estaciones, impactos ambientales, afectaciones a la movilidad durante las obras y decisiones tomadas desde el centro, más como debate abierto que como definiciones cerradas. El tren promete futuro, pero exige gobernanza fina. Aquí la red se vuelve compleja: federación, fuerzas armadas, municipios, ambientalistas, ciudadanos. Sin socialización real, el progreso corre el riesgo de sentirse imposición.
Entre tanto, la vida cotidiana siguió enviando señales que también son políticas. El aumento de personas en situación de calle, el “estrangulamiento” vial por señalamientos excesivos, el control del ambulantaje, las auditorías al sistema penitenciario, las vacaciones escolares que prometen —ojalá— menos tráfico. Todo eso configura una pregunta más amplia: ¿quién gobierna la ciudad en lo micro, cuando lo macro está en disputa?

Incluso los relatos positivos —la expansión de Safran, el liderazgo empresarial, la proyección internacional— encajan en el mismo dilema. Querétaro crece, sí, pero crecer sin conducción termina en desorden. Por eso el énfasis en liderazgo, planeación y gobernanza no es retórico: es preventivo. El crecimiento sin reglas claras se vuelve problema antes que logro.
Al cierre de la semana, la imagen es contundente:
el Congreso ya no obedece sin chistar; los partidos ya no controlan del todo a sus bancadas; los discursos ya no alcanzan para tapar los huecos técnicos; y el poder, ese que antes parecía compacto, ahora se reparte, se disputa y se resiste.
Querétaro no entró en crisis. Entró en política.
Y eso implica algo que durante años parecía innecesario en el estado: negociar, explicar, ceder y asumir costos. El presupuesto se aprobó. Las instituciones siguen funcionando. Pero el mensaje quedó claro: la comodidad del mando automático se acabó.
La pregunta ya no es quién gana cada votación, sino quién entiende antes el nuevo tablero. Porque en Querétaro, diciembre dejó de ser cierre de año para convertirse en anticipo de 2027.
El poder detrás del relato (EDR)
Scribo Ut Gnoseam
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