El vértigo de las cavernas con WiFi
El vértigo de las cavernas con WiFi
”Reconocer”
Por: Luisa Leticia Pérez Medina
Martes 2 de septiembre del 2025.
El mundo actual no solo corre, vuela. La prisa es pan nuestro de cada día y la tecnología nos empuja a un ritmo que abre nuevas distancias: hay quienes avanzan sin freno, convencidos de que todo se aprende en un clic, y hay quienes dudan antes de rozar la pantalla. No es cuestión de edad solamente, sino de contexto y de cómo cada persona decide enfrentar lo digital. Veinte años observando ese vértigo me enseñaron que nadie escapa a la velocidad, ni siquiera quienes presumen de tenerlo todo bajo control.
“Este mundo que va a la velocidad de un rayo aguanto el vuelo más si me agarro de tu mano”, canta Bosé. La neurociencia da pistas de lo que sentimos: la exposición constante a pantallas y estímulos digitales acelera la respuesta de los cerebros jóvenes gracias a su plasticidad, pero también los vuelve más frágiles frente a la distracción. En los adultos, la adaptación es más lenta y requiere esfuerzo, aunque posible; lo que no cambia es que la saturación tecnológica desgasta la memoria, la atención y hasta la forma en que procesamos el tiempo.
Platón habló de una caverna donde los prisioneros, encadenados, solo podían mirar la pared iluminada por sombras proyectadas desde afuera. Para ellos, esas siluetas eran toda la realidad posible. Cuando uno lograba liberarse y ver la luz, comprendía que las sombras eran apenas un reflejo. Dos milenios después, nuestras cavernas tienen WiFi y esas sombras se proyectan en pantallas que confundimos con certezas. Pero no solo habitamos cavernas: también nadamos en una pecera digital, frágil como el cristal que la contiene. Lo que vemos en ella son reflejos, burbujas, notificaciones que parecen el todo, aunque afuera siga existiendo un océano. El riesgo es quedarnos encadenados a las sombras o encerrados en el acuario, sin atrevernos a mirar más allá.
La salida no está en apagar pantallas ni en rendirse a la velocidad, sino en aprender a habitarlas con conciencia. La neurociencia sugiere entrenar la atención, dosificar la exposición y dar al cerebro pausas para recuperar su ritmo natural. En lo social, significa reconocer que la tecnología es puente y no destino, y que cada clic debería reforzar vínculos en lugar de romperlos. Si algo aprendimos en este vértigo es que el remedio no está en negar lo digital, sino en domesticarlo para que sirva a la vida y no al revés.
En ese camino, ICATEQ ha sido mi casa y también la de muchas personas que encontraron en la capacitación un punto de partida. Veinte años de servicio que no se cuentan en calendarios, sino en experiencias compartidas y en manos que descubrieron que podían más de lo que creían. Esta columna es para todas esas personas que me recordaron que enseñar también es aprender, y para mis colegas, compañeros de travesías que hicieron de la velocidad un viaje compartido.
“Reconocer”
Mtra. Luisa Leticia Pérez Medina, profesora en ICATEQ, plantel San Juan del Río, Querétaro, donde imparto capacitación en el área de informática como una herramienta clave para el desarrollo de habilidades y el fortalecimiento del pensamiento crítico.
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