Autoridades, estimados lectores, se los dije…
Autoridades, estimados lectores, se los dije…
El Jicote, Por: Edmundo González Llaca
Martes 2 de septiembre de 2025
Cuando Estados Unidos decide participar en la Segunda Guerra Mundial, Goebbels, el genial y maquiavélico ministro de propaganda de la Alemania Nazi, convocó a una reunión on sus más cercanos colaboradores y los invitó a sugerir ideas al respecto. Uno de ellos, sin embargo, lejos de proponer mensajes, sugirió buscar la paz, pues la intervención de los gringos, sentenció, los orillaría a perder la guerra. Goebbels se enfureció, bajo la tesis que nadie puede hacer propaganda si no está convencido de su éxito, le aplicó la ley del hielo a este cercano colaborador, pero no lo despide.
Cuando avanzan en forma definitiva los enemigos para tomar finalmente Berlín, Goebbels llama a su oficina al colaborador que había pronosticado la derrota y le dice. – Le agradezco su sinceridad por habernos prevenido sobre lo que nos depararía el futuro. Pero le agradezco más que, en todo este tiempo, en los que coincidíamos inesperadamente en las oficinas y en reuniones, nunca me lo hubiera recordado.
Yo tengo presente que, cuando me accidentaba, al lastimarme por algo riesgoso que hacía en mi infancia, que no hacía muchas cosas, pues era bastante zacatón, mi mamá agregaba al dolor del trancazo, la humillante frase: “Te lo dije”. Sin embargo, ofrezco disculpas a mis resilientes lectores por el: «Se los dije», y estoy seguro que las aceptarán, pues la obra del tren apenas empieza y los antecedentes son alarmantes. Escribí hace unas semanas en Plaza de Armas.
Desde que en varias “Mañaneras” se anunció el Tren Eléctrico México-Querétaro, a ninguno de los dos actos se invitó a alguna representación institucional ni social de Querétaro. El Centro y las autoridades federales, no dejaron de pasar ninguna oportunidad para dar pruebas de su desprecio a las autoridades y al pueblo de Querétaro. No nos ven con aire de superior desdén, simplemente los tenemos sin el menor cuidado; simplemente no existimos.
En los textos insistí: no podemos reducir nuestro papel como queretanos a observar perplejos lo que hacen en nuestra tierra, rezando a la Virgen del Pueblito y a la de Schoenstatt para que no nos desgracien. No podemos aceptar que las autoridades federales se comporten como virreyes.
En Plaza de Armas se informó de diversas entrevistas de funcionarios locales, anunciaban con bombo y platillos, que tenían frecuentes reuniones con los responsables federales de la obra. Atentamente solicité que difundieran los temas de las famosas y cotidianas reuniones.
Con un dejo de indignación, destaqué que no eran secretos de confesión ni cónclaves cardenalicios, lo que allí se platicaba. Que no podía convertirse ese diálogo en una especie de Club de Tobi institucional, pues no se admitían a los medios, a la UAQ ni a los órganos no gubernamentales. Que si era un proyecto que afectaba a todos los queretanos, exigía que se abriera una participación plural.
Los involucrados en todo lo del tren eléctrico practicaron el deporte en el que son, no solamente profesionales sino doctores: «el ninguneo». Simplemente patean el bote y guardan silencio en una especie de «omertá». Ese juramento de grupos secretos para no difundir nada.
Vino entonces lo del tren de Yucatán y a la salida de López Obrador, afloraron con mayor claridad e intensidad las críticas; en resumen, el tren Maya era una tragedia ecológica, de seguridad y económica. Recientemente fue objeto de un amplio reportaje de la famosa revista National Geografic, en el que califican al tren Maya como uno de los mayores destrozos asestado a las selvas del planeta.
Aproveché y escribí: «Cuando veas las barbas de tu vecino mojar pon las tuyas a remojar». Aconseja el refrán popular. Los queretanos estamos informados de los errores garrafales del tren eléctrico construido en Yucatán, lo menos que podemos hacer es que no se repitan en el Tren Eléctrico México-Querétaro».
Escribí sendos artículos en esta sección de Plaza de Armas a grupos en particular para que demandaran su intervención en el proyecto. En cada artículo propuse diversos medios para exigir la participación. Fui, creo, especialmente exhaustivo, con dos actores. En primer lugar la UAQ, escribí: «La Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) tiene una gran responsabilidad para demostrar que sí existimos y que no somos invisibles, ni un pueblo de paso de la carretera; que los Arcos no son la publicidad a lo bestia de McDonald’s.
Que existen autoridades estatales, municipales, trabajadores, profesionistas, sociedad civil. Querétaro no es una escenografía donde las autoridades federales son los únicos y verdaderos actores. Que no olviden que por donde va a pasar el tren es por nuestra geografía, es decir, por nuestro cuerpo. No nos pueden aislar del objeto de su acción. No nos pueden dejar como único derecho a rezar, gritar y rechinar de dientes».
La Rectora de la UAQ, Silvia Amaya Llano, me dio una generosa entrevista; generosa por el tiempo que le dedicó. Compartimos reflexiones sobre la responsabilidad social de la Universidad, incluso la Rectora me mencionó varios proyectos en los que se daba prueba que la Universidad, no vivía separada del mundo, confinada en sus aulas, bibliotecas y laboratorios. Insistí especialmente en la exigencia de la UAQ para que participara en todo lo del tren eléctrico, que repercutía en un sinnúmero de temas de interés para los queretanos.
Recuerdo que concluí nuestra cordial entrevista sobre la necesidad de que, toda obra pública, debería de acatar el lema de Justo Sierra: “Saber para prever, prever para obrar”. Parte fundamental de ese «saber», enfaticé, está en la Universidad. Hasta el momento no tengo, pues al menos públicamente no se ha difundido, que haya existido una intervención de la UAQ en lo del Tren eléctrico.
El flagelo más difundido del tren maya ha sido el ecocidio, que tiene el agravante y el cinismo del ex presidente, al prometer que no se cortaría un solo árbol, cuando se cortaron millones. Plaza de Armas publicó un artículo en el que mencioné a las diversas personas y agrupaciones ecológicas en el Estado. Mi propósito era deslindar claramente su papel, podríamos decir que con nombre y apellido. Les advertía que no le dejaran la responsabilidad al partido Verde, que en Yucatán no metieron las manos, ni para defender al tucán, imagen de su partido.
La única persona que respondió a la cuestión y por ello bien vale reconocerlo enfáticamente, fue el ex gobernador Ignacio Loyola. En su canal de you tube difundió un video que circuló en las redes sociales. Loyola sostiene, e incluso apuesta, que el tren no estará en el 2027. Tiene autoridad en el tema pues en el 2004, sexenio de Fox, fue coordinador del tren eléctrico. Manifestó que se hizo con la colaboración de la iniciativa privada un proyecto con la tecnología del momento.
Se realizó un sobrevuelo virtual, se llegó a la conclusión: la orografía impedía prácticamente hacer un tren vía tierra; esa opción era muy compleja y de un alto riesgo, en un tren que correrá al menos a doscientos kilómetros por hora. En otras palabras, debería ser un tren elevado. «Ese estudio lo tiene la iniciativa privada, debe empezarse por eso». Nos preguntamos ¿Las autoridades del Estado o los constructores tienen ese estudio? Parecería urgente e indispensable que lo conocieran.
Una confesión personal dolorosa. Después de haber escrito en forma tan abundante sobre el tren eléctrico me sentía una especie de «Llorona», gritando en los medios: «¡Aay! Aguas con el tren eléctrico». Pues resulta que no soy un catastrofista ni pertenezco al amplio club de quienes también afirman que se va a acabar el mundo. Lean con atención la siguiente nota aparecida la semana pasada en Plaza de Armas:
«Una de las líneas principales de conducción de agua potable sufrió una avería a consecuencia de los trabajos del tren eléctrico México-Querétaro, lo que obligó a la junta de Agua Potable y Alcantarillado Municipal de San Juan del Río, a suspender la operación del pozo 7 y dejó sin servicio al menos a ocho colonias de la ciudad. Además del daño a la infraestructura hídrica la fuga de agua fue considerable».
El deterioro a la estructura hídrica es un error tan brutal como elemental, en términos domésticos, significa que al hacer la salsa a la cocinera se le vaya un jitomate entero. Lo que más impresionante es que después de lo sucedido en San Juan, ya no tenemos sospechas de que todas estas calamidades del tren Maya podrían ocurrirle al Tren Eléctrico México-Querétaro. Lo más alarmante y me quedo sin aliento: No ha habido ninguna reacción ni pública ni privada. Hay entre los queretanos una sensación de orfandad ante los peligros del tren.
Una cuestión me interesa que quede claro. No son ganas de camorra, de pleito callejero; mi propuesta no la hago con un cuchillo mordido entre los dientes. Reconocemos los posibles beneficios de tren eléctrico, pero también estamos conscientes de sus terribles daños, lo que es aceptado hasta por los mismos responsables del tren Maya. Ante esta realidad no podemos tampoco aceptar la omnipotencia chicharronera del Centro ni de sus constructores.
Si el tren nos puede beneficiar y/o perjudicar a todos, todos tenemos la obligación y el derecho de participar en las investigaciones, planeación, realización y monitoreo de toda la obra del tren. En síntesis, ratificamos, queremos, anhelamos el tren, pero no que nos lleve…, como ya se llevó a los San Juanenses y no digamos a los yucatecos, que los sorprendió en las hamacas.
El lema de mi campaña como diputado federal fue: «Querer a Querétaro». El tren eléctrico es una hermosa y urgente forma de demostrar ese cariño a Querétaro. Mientras Sergio Arturo Venegas me abra el espacio en Plaza de Armas, no quitaré el dedo de las vías. Como decimos los queretanos: Por Dios que sí.
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
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