Diciembre empezó con mensajes, silencios y advertencias
Diciembre empezó con mensajes, silencios y advertencias
El poder detrás del relato (EDR)
Por: Scribo Ut Gnoseam
Diciembre abrió en Querétaro como abren los capítulos donde la trama se complica: sin estridencias, pero con señales que sólo entienden quienes saben leer entre líneas. El estado amaneció con dos historias que parecían caminar por veredas distintas, pero que, vistas desde arriba, terminan enlazándose en un mismo punto: la pregunta incómoda por el poder real.
La primera historia se escenificó en el sitio más improbable: los terrenos de la CNC. Un desalojo quirúrgico, sin pleito ni reflectores, ordenado desde la Secretaría de Gobierno con la sobriedad calculada de quien desea enviar mensaje más que producir espectáculo. “La ley se aplica”, dijeron con hechos. Pero lo relevante no fue el operativo, sino la semiótica política que dejó flotando: Querétaro quiere reforzar su identidad de estado ordenado justo cuando el país entero debate entre autoridad y descontrol. A veces un desalojo no es un trámite: es una advertencia.
En Cadereyta, en cambio, la política decidió jugar al teatro del absurdo. La alcaldesa, aferrada al discurso de la confrontación; los regidores, sentados con el secretario de Gobierno para hablar de lo que sí importa: caminos, obras, migración, gobernabilidad básica. Esa mesa de interlocución, plural y pragmática, desmontó en una tarde el guion de polarización que algunos pretenden instalar. La gobernanza, cuando se asoma, suele hacerlo sin discursos: con acuerdos.
La siguiente escena llegó del mundo cultural, que en Querétaro también opera bajo sus propias tensiones. Las fiestas decembrinas—con dos siglos de historia—siguen sin ser declaradas patrimonio. No por falta de mérito: por falta de firma. O de voluntad. O de alguien que quiere que la firma no llegue. Las columnas lo dijeron con ironía fina: en los cajones donde se duermen expedientes, siempre hay alguien que vigila que sigan dormidos. La cultura también es territorio, y un expediente sin resolver rara vez es un olvido inocente.
Mientras eso ocurre, el Congreso prepara la discusión del presupuesto de 64 mil millones de pesos. La cifra impresiona, pero lo relevante está debajo: Morena revisa con lupa las leyes de ingresos municipales para exhibir errores o excesos; el PAN calcula votos para evitar un tropezón; y el Ejecutivo espera que diciembre no se convierta en temporada de incendios legislativos. El presupuesto no es un documento: es una pista de aterrizaje. Si un actor baja mal, todo diciembre podría incendiarse.
Pero el golpe más inesperado del mes llegó desde las calles: los comerciantes del Centro Histórico empezaron a hablar en voz baja. Hablar de una red. De un poder que no aparece en organigramas, pero sí en cada pasillo comercial. De un operador—al que muchos identifican como Juan Carlos Arreguín—que, según testimonios, decide quién vende, quién paga, quién molesta y quién obedece. El municipio presume orden, pero los comerciantes describen algo distinto: una estructura paralela que cobra cuotas sin respaldo legal y amenaza con “la ley” como herramienta de disciplina.
La pregunta es feroz en su simpleza:
¿Cómo opera una red así en pleno corazón de Querétaro sin que nadie la detenga?
Mientras las autoridades hablan de cámaras, movilidad y regulación, los comerciantes narran una ciudad donde el poder real no siempre usa gafete.
Y mientras esa red informal administra espacios, otra red, mucho más visible, se resquebraja: la del PAN queretano. El voto de Agustín Dorantes y Lupita Murguía a favor de Ernestina Godoy detonó un sisma: un mensaje hacia adentro, hacia Anaya, Romero y, quizá, hacia el propio gobernador. Las columnas fueron implacables:
—Que Dorantes votó molesto porque ya sabe que no será candidato.
—Que Kuri ya no controla el tablero.
—Que Pancho Domínguez volvió a mover piezas.
—Que el IV distrito ya está negociado.
—Que Luis Nava se perfila como el candidato, salvo que el tablero colapse antes.
La fractura panista llega justo cuando las reglas de paridad imponen una cláusula contundente: en Querétaro, Corregidora y El Marqués toca mujer. La política local empieza a parecer un teatro donde varios actores compiten por un guion que las normas ya reescribieron.
Entre tanto, el episodio Nava (el fiscal aspirante que califica el proceso como “una farsa” pero sigue dentro) dejó otra lección de diciembre: en México, denunciar la simulación no exime de participar en ella. A veces el cinismo no es discurso: es método.
Y como si el mes necesitara un recordatorio de que la ciudad también se fractura por cosas pequeñas, apareció el malestar por los cobros y abusos en los estacionamientos del Centro Histórico: baños cobrados sin razón, tarifas infladas, horarios opacos. Nadie lo diría así, pero es el mismo problema que en los grandes temas: la convivencia sigue dependiendo de quién controla la caseta, no de la norma que debería controlarla.
Diciembre comenzó con una sensación clara:
Querétaro está siendo observado desde dentro.
Cada desalojo, cada expediente cultural detenido, cada reunión con regidores rebeldes, cada silencio ante una red de cobro ilegal, cada voto panista fuera de línea… todos son hilos de una misma trama: un modelo estatal que quiere ser sin fisuras, pero que empieza a mostrar líneas de tensión.
La narrativa oficial insiste en que Querétaro es orden, legalidad y rumbo.

Las columnas revelan algo más complejo:
un estado funcional, sí, pero habitado por poderes paralelos, rupturas internas y cajones que nadie se atreve a abrir.
Y al final, una frase recorre los pasillos políticos como profecía o como advertencia:
“Luis Nava será el candidato”.
¿Será?
En un Querétaro donde el poder se mueve cuando nadie está mirando, nada está escrito.
Ni siquiera en diciembre.
El poder detrás del relato (EDR)
Scribo Ut Gnoseam
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