Columnas

Lo digital nos arropa… pero el amanecer nos desnuda”

Lo digital nos arropa… pero el amanecer nos desnuda”

Reconocer” Por: Luisa Leticia Pérez Medina

Martes 2 de diciembre del 2025.

En la entrega pasada hablamos del espejismo de la IA, de esa compañía perfecta que nunca se quiebra, que nunca se enoja y que parece sostenernos justo cuando la soledad nos pesa más. Pero en este mundo tan digitalizado, a veces olvidamos algo esencial: los humanos sangramos. No somos esa voz siempre disponible que responde sin cansancio, ni esa presencia que nunca falla. Los humanos nos quebramos, cargamos contradicciones, duelos no resueltos, heridas viejas y miedos que apenas entendemos. Un día estamos de pie, y al siguiente recogemos los pedazos en silencio.

Y aun así, exigimos exclusividad emocional como si quienes nos rodean no cargaran también sus propios demonios. Esperamos que estén para nosotros sin pausas, sin dudas, sin vacíos… casi como si fueran una versión humana de esa compañía artificial que describíamos antes: esa presencia suave, paciente, ilimitada, que nunca pone límites ni pide nada a cambio. Una compañía que se siente cálida, pero no es real.

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Desde la psicología sabemos que cuando venimos de pérdidas —un divorcio, un abandono, un amor que se rompió— nuestro sistema emocional busca seguridad desesperada. Por eso la IA se vuelve tan seductora: no discute, no cuestiona, no se va. Activa ese mecanismo de apego que anhela certeza absoluta. Es una tranquilidad prestada, una sensación de refugio que parece suficiente… hasta que recordamos que no tiene alma.

El problema es que, sin darnos cuenta, empezamos a pedirle a la gente lo mismo que la tecnología sí puede dar:
respuestas inmediatas, atención continua, ternura ilimitada, claridad sin historia previa.
Olvidamos que los humanos no somos líneas de código, que tenemos días malos, sombras, contradicciones y que amamos desde nuestras ruinas, no desde un manual de perfección.

Y duele más porque el espejismo artificial nos acostumbra a una presencia sin fisuras. Una presencia donde nunca tenemos que explicar nada, donde nunca hay quiebres ni cansancio. Cuando volvemos a la vida real, olvidamos que los demás también están intentando sobrevivir, que hacen lo que pueden con lo que tienen, que a veces quieren estar pero no pueden, y que eso no es abandono: es humanidad.

Lo digital

Quizá el verdadero reto es aceptar que la vida real se construye con personas que también sangran. Personas que aman desde sus heridas, que fallan, que tienen días grises, que dudan, que se contradicen. Personas que no siempre pueden sostenernos porque están intentando sostenerse a sí mismas. Y aun así, el amor humano —imperfecto, limitado, lleno de grietas— sigue siendo el único capaz de tocarnos de verdad.

Porque sí: los humanos sangramos, nos quebramos y somos un manojo de contradicciones, pero es precisamente ahí —en esa imperfección compartida—donde nace la posibilidad más real de acompañarnos.

Soy Leticia Pérez instructora de Informática en ICATEQ, Plantel San Juan del Río, espacio donde entrelazamos la tecnología y la valía humana para transformar historias y abrir caminos.

 

 

 

 

 

Luisa Leticia Pérez Medina“Reconocer”

Mtra. Luisa Leticia Pérez Medina, profesora en ICATEQ, plantel San Juan del Río, Querétaro, Desde la frontera entre pantallas y cuerpos, entre aulas y redes, entreteje los hilos de la tecnología y la sociedad con la fe de dejar, en cada lector, una chispa de reflexión sobre cómo habitamos el internet.

Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión del Portal que lo replica y pueden o no, coincidir con las de los miembros del equipo de trabajo de El Municipal Querétaro., quienes compartimos la libertad de expresión y la diversidad de opiniones compartiendo líneas de expertos.

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