Lo que no sabías del flautista de Hamelín
La leyenda del flautista de Hamelín nació en el siglo XIII en Alemania y narra que 130 chiquillos abandonaron sus casas para no volver jamás
Hamelín, AL.-«Un día sucedió algo muy extraño en el pueblo, todas las calles fueron invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes. […] Ante la gravedad de la situación, pronto se presentó un joven flautista a quien nadie había visto antes y dijo…». Así comienza uno de los cuentos clásicos más conocidos de los hermanos Grimm, «El flautista de Hamelín«, escrito en el siglo XIX. Una historia que, como todos saben ya, termina cuando los ciudadanos se niegan a pagar los servicios del músico y este se lleva, en prenda y para siempre, a los niños de la ciudad.
Nadie niega que los Grimm consiguieron algo que parecía imposible: hacer famosa a una pequeña ciudad alemana ubicada al oeste de Berlín. Sin embargo, es igual de cierto que esta historia no nació de su calenturienta mente, sino que se basa en una leyenda de la misma población que narra cómo, el 26 de junio de 1284 (la fecha varía según las fuentes) unos 130 niños abandonaron a sus familias y desaparecieron sin dejar rastro. No cuenta con ratas, en efecto, pues estas fueron añadidas al mito en el siglo XVI, pero sí con un velo de misterio que todavía no ha conseguido ser levantado.
RARA VERDAD HISTÓRICA
Pero entonces… ¿Hasta qué punto es la cierta la historia? Según explica en su página web el Museo Hamelín, que abrirá sus puertas en los próximos meses para dar a conocer una nueva exposición sobre el tema, se corresponde con una leyenda, y no con una historieta nacida de la fantasía. «Supone una gran diferencia. El cuento es más poético, la leyenda tiene una base histórica […], se ubica en un lugar real y, a menudo, hace referencia a personajes y acontecimientos históricos verdaderos», explican los expertos del centro. Eso no significa que deba considerarse un hecho fehaciente, pero indica que el argumento cuenta con un poso de verdad.
Wibke Reimer, coordinador de la muestra en el museo, ha ido más allá. Tal y como ha explicado en declaraciones a la cadena BBC, existen varios documentos de época que demuestran que, en el siglo XIII, unos 130 niños fueron sacados de la ciudad por un extraño sujeto; pequeños de los que sus familias jamás volvieron a tener noticias. El primero de esos vestigios olvidados es una inscripción en los registros de Hamelín fechada en 1384. Una línea tan escueta como esclarecedora: «Han pasado 100 años desde que se fueron nuestros hijos».
El año (1284) coincide con la que ofrecen los Grimm en su obra, aunque no con el también famoso poema de Robert Browning, donde se especifica que el suceso aconteció en el siglo XIV.
Pero existen otros tantos, desde una vidriera destruida en el siglo XVII en la que se podía apreciar la silueta de un flautista junto a pequeñas figuras fantasmales, hasta un relato del Manuscrito de Lüneburg (elaborado en 1440) que narra cómo un centenar de chiquillos se marcharon hasta Calvary o Koppen. Este fue el germen del mito y, en definitiva, el misterio sobre el que se auparon los hermanos Grimm para erigir su cuento. «La incertidumbre sobre su paradero hizo crecer la leyenda. Todavía hoy nuestro museo recibe documentos de personas que han desarrollado nuevas teorías sobre el suceso», se señala en la página web.
DIFERENTES TEORÍAS
Reimer ha desmenuzado en la BBC las diferentes teorías que explican el hecho. La más popular es la que afirma que este centenar de niños salió de Hamelín como parte de una migración masiva de alemanes favorecida por dos factores: la superpoblación del norte de Alemania y la severa depresión económica que se vivía en Europa del Este. En este supuesto, el flautista se correspondería con una suerte de reclutador de personas dispuestas a abandonar sus casas para comenzar una nueva vida en otra ciudad. «Eran los responsables de organizar las migraciones hacia el este. Usaban ropas coloridas y tocaban un instrumento para llamar la atención de los colonos», añade el experto.
Esta posibilidad genera otra duda: la región hacia la que se marcharon los niños. Aunque muchos historiadores apuntan que el destino podría haber sido Transilvana, la teoría más extendida es la del lingüista alemán Jürgen Udolph, partidario de que se dirigieron hacia Berlín (a unos 350 kilómetros de sus hogares). El experto se sustenta en la aparición, a partir del siglo XIII, de una infinidad de apellidos habituales en Hamelín en los distritos de Uckermark y Prignitz (ubicados al noreste de la capital). Las zonas, que acababan de ser retomadas a los daneses, habrían sido idóneas para recibir nuevos habitantes.
Entre las teorías más rocambolescas se halla la que afirma que los chiquillos fueron reclutados para formar parte de la llamada Cruzada de los Niños. Este episodio es, ya de por sí, controvertido y un tema de debate entre los historiadores actuales. La tradición narra que, en 1212, un pastorcillo francés tuvo una visión en la que se le apareció Jesús de Nazaret para desvelarle que solo los niños podrían conquistar Tierra Santa. Convencido de ello, el chico habría reunido a cientos de jóvenes más con el objetivo de partir por mar hacia Jerusalén.
Todo acabó en desastre: la mayoría dieron con sus huesos en el fondo de las aguas y, los que no, fueron vendidos como esclavos. ¿Pudo ser ese el destino del grupo de Hamelín? Las fechas, desde luego, no coinciden.
Más extraña todavía es la versión que apunta al tarantismo, un mal medieval que atacaba a los niños. Conocida como la «Danza de San Vito», esta enfermedad llegó a Europa en el siglo XI y generaba una histeria colectiva que llevaba a los afectados a bailar de forma febril durante semanas. Por si fuera poco, incluía también alucinaciones que impedían dejar de moverse, lo que podía derivar en la muerte por agotamiento. Así explicaron sus efectos, allá por el siglo XIX, el doctor en medicina Joseph Capuron en su obra «Tratado de las enfermedades de los niños hasta la pubertad»:
«Sauvages da a esta enfermedad el nombre de scelotyrbe, porque la agitación continua e irregular de las piernas forma su principal síntoma. Los alemanes la llaman baile de San Vito, porque se cree que este Santo la padeció. […] Esta especie de danza o de modo de andar convulsivo se observa más comúnmente en los mozos y doncellas impúberos desde los diez hasta los catorce años. Se atribuye la causa predisponente a la debilidad y a la movilidad del sistema nervioso, que son por lo común muy notables en la infancia […]. En el momento de la invasión se quejan los muchachos de una especie de hormigueo en el miembro abdominal y en el torácico correspondiente. Inmediatamente se presentan ligeras convulsiones […] que hacen mover los pies cuando se guarda quietud».
Es cierto que se documentó un brote de este mal al sur de Hamelín allá por el siglo XII. Durante el mismo, decenas de niños se marcharon de la ciudad de Erfurt a la vez y caminaron veinte kilómetros hasta que se detuvieron. En palabras de Reimer, muchos murieron de agotamiento, algunos se perdieron en los bosques y otros tantos llegaron hasta poblaciones cercanas. Sin embargo, parece algo más propio de una novela de aventuras que de la realidad.
Aunque no menos que la última teoría, aquella que sostiene que los niños desaparecidos bailaban al son de un chamán pagano cuando un grupo cristiano local los asaltó y los masacró.
Por Grupo Zócalo foto agencias