Casos y Cosas

Castigos o consecuencias para niños: ¿sí o no?

 Esta es una pregunta que la mayoría de los padres nos hacemos: ¿castigos sí o no?

Castigos o consecuencias, ¿Qué es mejor? Cuando yo era pequeña, lo más normal era que los padres impusiesen castigos a los peques por “portarse mal” pero… ¿es eso recomendable?

 Como en todo en la vida, hay opiniones diferentes. Por mi parte, creo que lo ideal es enseñar a los niños que hay consecuencias a las acciones que realizan, en lugar de castigos. ¿Por qué?

Pues sencillamente porque todo lo que hacemos impacta en lo que sucede. En casa, en la familia, en el cole… todo tiene una consecuencia. ¡El mundo mismo se rige por acciones y consecuencias! Y ¿no es lo mejor enseñar a nuestros hijos desde pequeños cómo funciona el mundo?

 Los castigos, por el contrario, suelen ser arbitrarios. Como has hecho “X”, algo que no le ha gustado a papá o a mamá o que no era lo que esperaban, no puedes usar el ordenador.

 A nivel emocional, es más fácil para los niños admitir que las acciones tienen consecuencias que entender que a veces los padres se imponen sin más, sin importar razones. Veamos un ejemplo:

 El peque quiere jugar sin hacer los deberes antes. La consecuencia sería que va a recibir una consecuencia en el colegio y papá y mamá estarán tristes. El castigo podría ser usar la sillita de pensar.

 El castigo es efectivo en el momento pero puede generar temor en los niños. En cambio, las consecuencias se ven y se sienten naturales: si hago esto, conseguiré esto.

 Cómo funciona la disciplina infantil sin castigos

 El primer paso para una disciplina infantil sin castigos y con consecuencias es poner reglas claras, es importante que si hemos puesto una regla, se cumpla. Si se ha establecido una consecuencia para una acción, esa consecuencia debe existir efectivamente.

 Las consecuencias pueden ser naturales (“si dejas tu juguete en el jardín y llueve, se estropeará y deberemos tirarlo”) o lógicas (“si le pegas a tu hermano, papá estará triste y no iremos de paseo”).

 Ahora bien, veamos algunas ideas:

 Distrae a los niños más pequeños para evitar la acción que te molesta. Recuerda que la distracción puede servir con los más pequeños para evitar rabietas.

Evita los gritos y los “no” constantes: utiliza el mal comportamiento para enseñar buen comportamiento. ¿El juguete está roto? Podemos hacer una manualidad con él para reciclarlo.

Recompensa a tu hijo con halagos o premios no materiales como un cuento extra a la hora de dormir o más tiempo con papá y mamá.

Empatiza con tu hijo: ponte en su lugar para comprender lo que está pasando.

Tiempo fuera: esto lo usamos con mi hijo mayor y va fenomenal. Cuando tú o tu hijo sientan que el enfado se apodera de nosotros, pide tiempo fuera y descansen juntos o separados hasta recuperar la calma.

Buscar soluciones juntos: ¿el peque quiere hacer “A” y tú “B”? Pues ¿por qué no hacer “C”?

Ser amables pero firmes: ser respetuoso de lo que tu hijo siente no significa ser laxos en la educación sino comprender lo que él está pasando, respetarlo y exigir que el peque te respete a ti también.

Escuela para Padres.