Morena
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El Jicote, Por: Edmundo González Llaca
Martes 15 de julio de 2025
Morena ganó las elecciones en las urnas y luego en las mesas de las instituciones, apoyado por las autoridades electorales carnales. En el pasado la izquierda había peleado para que la Cámara de Diputados se integrara con una representación que fuera el retrato exacto: la cantidad de votos recibidos: tantos votos, tantos escaños. Ya con el sartén por el mango y dándole de sartenazos a la Constitución y a Pitágoras, con el 54% de los votos se asignaron el 74% de los diputados; sumados a su mayoría en el Senado se convirtieron lo que fue el antiguo PRI: un partido hegemónico.
Morena y PRI son muy parecidos en su estilo de hacer política, transitan en vías paralelas, después de todo no debe causarnos sorpresa, López Obrador fue Presidente del PRI en Tabasco cuando el gobernador era González Pedrero, estudioso del partido mayoritario, que también fue Director de la Facultad de Ciencias Políticas y sociales de la UNAM.
Recuerdo haber asistido a una conferencia de González Pedrero sobre la historia del PRI, partido que tuvo como primer nacimiento y abuelo al PNR, Partido Nacional Revolucionario. González Pedrero destacó el grado de pulverización política que imperaba en el país después de la Revolución. El PNR fue la fórmula para pacificar al México bronco (Reyes Heroles dixit), pues logró aglutinar en un solo partido a más de cien partidos, jefes militares y caudillos. López Obrador también hizo la misma tarea de aglutinación en torno a sus candidaturas desde que militaba en el PRD. Finalmente Morena se ha convertido en un partido “cacha todo”, que privilegia la suma de intereses, más que abanderar demandas sociales.
López Obrador como Presidente en las “Mañaneras” lanzaba ataques, pero también limpiaba todos los pecados de los supuestamente arrepentidos, ya redimidos se les rescataba como nuevos cómplices. Por ejemplo, en esta operación rescate se ubica el caso concreto de los gobernadores, en el tianguis de la lucha electoral, los que apoyaban las candidaturas de Morena, eran premiados con otros cargos o al menos un consulado en el extranjero. Fueron los casos de Oaxaca, Hidalgo y el Estado de México. Priístas que dieron la estafa de su sucesión a candidatos de Morena.
Hay un parte aguas en las estrategias de los dos partidos hegemónicos. En el PRI el Presidente de la República se imponía durante todo el sexenio, pero al final de su gobierno buscar un apoyo político de un ex presidente era recibir, lo que se dio en llamar: “El beso del diablo”. En el caso de Morena, desbordando su tiempo, no se mueve una candidatura, un cargo y tal vez hasta la designación de un policía de crucero, si López Obrador no lo nombra o lo aprueba.
Este cambio en el centro de las decisiones trastoca todas las funciones el PRI y de Morena como partidos hegemónicos. El partido mayoritario era el que reclutaba y seleccionaba a los aspirantes a incorporarse a cargos de elección popular y sindical. En el siglo pasado las únicas organizaciones que preparaban cuadros dirigentes eran: el clero, el ejército, la Secretaría de Hacienda y el PRI.
Durante su gobierno López Obrador aplicó la divisa noventa por ciento de lealtad y diez por ciento de capacidad, ahora, al gobernar a distancia, se ha radicalizado; para ocupar un cargo o aspirar a una candidatura se exige el cien por ciento de lealtad a su persona. Incluso hace ostentación de esa facultad y designa a personajes que, por absurdos, tienen el rechazo de la opinión pública.
Cuando se supo el nombre de López Gatell como representante de México en la Organización Mundial de la Salud, en la “Mañanera una periodista le preguntó a la Presidenta si esa información era una “Fake news”, en otras palabras, un ejemplo de humor negro. La Presidenta, sin tomar en cuenta que la misma pregunta incluía lo ridículo, se le llenó la boca al decir: “No, no es eso, yo lo designé”.
No dudo que en la época del PRI, cuando era hegemónico, sin duda había designaciones sin el mérito correspondiente, pero como que había más pudor, prima hermana de la vergüenza. Actualmente en Morena los baldones son blasones. Los anteriores pecados son virtudes; indulgencias que abren el camino a las columnas doradas del poder. El mundo al revés. Como diría Monsiváis: Son aves que cruzan el pantano y no se manchan, su pantano es de ésos.
Ahora se desconoce cualquier límite y hasta se presume la impudicia. Empezamos a perder la capacidad de sorpresa, a nadie le extrañaría si en la ONU, en la “Comisión de las mujeres violentadas”, se designa a Salgado Macedonio; si como representante de México en la redacción del Código de Ética Internacional se designa a los Yunes.
El drama es también para los miembros de Morena que militaban en otros partidos y que previamente habían sido severos críticos de estos personajes. Les llega la némesis griega, de jueces y críticos implacables, se convierten en porristas de sus antiguos y despreciados enemigos.
Esta varita de virtud que conserva López Obrador en Palenque, de nombrar a quien considere leal, sin importar las consecuencias que paga la Presidenta ante la opinión pública, tendrá su mayor prueba en la próxima elección de candidatos a gobernadores y diputados.
Más de un precandidato a gobernador y aspirantes al Congreso, en la elección interna para la elección de la candidatura presidencial, manifestaron su adhesión contraria a la hoy Presidenta; tenían su veladora prendida en otro personaje. Si la Sheinbaum se olvida de estas añejas simpatías y se somete a la voluntad de López Obrador, le dará una vuelta de tuerca a su dependencia. Esto se traduciría en el hecho de que la elección del próximo candidato presidencial de Morena no será decisión de la Sheinbaum.
En forma tímida la Presidenta ha tratado de buscar una salida a la voluntad de aplanadora de López Obrador y ha manifestado que los candidatos serán resultado de encuestas de opinión, pero ahora sí, sin acordeones. Supongamos que designa como empresa a la misma que manifiesta que la Sheinbaum es la mandataria con la opinión más favorable de gobernantes hombres y mujeres que son y en el mundo han sido, incluyendo a Pericles en Atenas.
Esa misma agencia encuestadora sacará como precandidatos a quien considere la Presidenta. No obstante, se necesita tener una ingenuidad, modo costurerita provinciana que llega a la capital y es seducida por el patrón, para considerar que a López Obrador le influirá la supuesta encuesta interna, si no le importa imponer a personajes reprobados casi unánimemente por la sociedad y ante el desaliento de los morenistas.
Una primera conclusión. Los partidos en el pasado eran el el espacio para el propedéutico de los que tenían vocación y ambición política, en esta escuelita se les adoctrinaba y se les daban las primeras comisiones para ejercitar su actividad social. Macario Scattino les llama a los partidos políticos: “Los primeros filtros de una democracia, se les ilustraba en las reglas internas y el marco jurídico” Aquí también se vetaba o marginaba a quienes no parecían aceptar las reglas ni identificarse con los intereses del partido.
En Morena, el nuevo partido hegemónico, no representa ningún estímulo hacer carrera partidista; es atole bienestar. Se asiste al partido para pasar, ni siquiera delante de la supuesta Presidenta, que hasta el nombre se me olvida, sino para que Andy los vea y se puedan acercar para enviarle cordiales saludos a su «apá».
Dicen los rusos, en los tronos no caben cuatro pompis, lo que significa que mientras el centro de las decisiones políticas esté descuartizado, entre la Presidenta y López Obrador, la hegemonía de Morena como partido político vivirá en una crisis permanente, en el abismo de la división interna.
Luego le seguimos.
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
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