Cultura

El Cárcamo de Dolores pasó 40 años oculto

El Cárcamo de Dolores, un tesoro escondido en el Bosque de Chapultepec que no te puedes perder por nada del mundo

Ciudad de México.- Uno de los murales más bellos y con mayor valor científico y cultural de Diego Rivera es también de los más desconocidos. Se trata de aquel que se encuentra en un rincón, poco conocido, de la segunda sección del Bosque de Chapultepec: el Cárcamo de Dolores.

El Cárcamo de Dolores

A mediados del siglo XX, un equipo de ingenieros de la Ciudad de México, entonces Distrito Federal, desarrolló un sofisticado y costoso sistema hidráulico que traía agua del río Lerma, cuyo origen se encuentra en Almoloya del Río, Estado de México, a la ciudad. Este sistema es conocido como “ Lerma-Cutzamala”, y durante décadas redujo muchos de los problemas de abastecimiento de agua en la gran metrópoli.

 

Cárcamo de Dolores

 

Al final del acueducto, de 62 kilómetros de largo y 2. 5 metros de diámetro, se encuentra el Cárcamo de Dolores, espacio precisamente destinado para su intervención artística. Tanto el gobierno federal, como el del Distrito Federal estaban orgullosos de este logro, por lo cual, se buscó hacer un reconocimiento de esta obra, con un mural de uno de los artistas más reconocidos de aquellos años: Diego Rivera.

Diego Rivera y sus obras subacuáticas

El artista se sintió entusiasmado ante ese nuevo proyecto, y decidió aprovechar la oportunidad para abarcar temas menos politizados, como a los que estaba acostumbrado.

Decidió crear una fuente dedicada al dios de la lluvia en la cosmología prehispánica: Tláloc, y un monumental mural al que llamó “El agua, origen de la vida en la Tierra”.

 

Diego Rivera

 

“El agua, origen de la vida en la Tierra” ilustraba, en cuatro paredes de 5 x 8 metros, el origen de la vida desde una perspectiva con influencia científica. Rivera tuvo la oportunidad de convivir en 1927 con el bioquímico Alexander Oparin en Rusia, donde conoció de primera fuente, la teoría de la vida en la Tierra, la cual sugiere que los microorganismos unicelulares primigenios se desarrollaron en el agua, y de ahí evolucionaron a organismos más complejos como peces, anfibios, mamíferos y humanos.

El muralista también utilizó una de las paredes, para rendir un homenaje a los ingenieros y obreros que trabajaron en el diseño y construcción de la obra. En otras paredes y rincones también se puede observar como el pintor decidió ilustrar la importancia del agua en la sociedad moderna, y lo terrible que puede ser una sequía.

Rivera también aprovechó el espacio para crear un pequeño retrato a su hija Ruth Rivera, a quien se le puede ver nadando en una esquina.

Desde cierto ángulo este mural se integra, con una de las cabezas de la fuente de Tláloc que se puede ver desde el exterior del cárcamo. La figura de Tláloc sostiene varias mazorcas y se acompaña por peces y serpientes.

La inauguración de este espacio se llevó a cabo en el año de 1951, y se presentó a la obra como el “primer mural subacuático en el mundo”. El mural se conservó en estas condiciones poco más de 40 años, hasta que en el año 1992, se desvió el agua para salvar a la obra.

 

La restauración de la obra

A pesar de que el mural fue realizado con material especial para resistir el contacto con el agua, la pintura no aguantó la humedad y la temperatura, además de las sustancias químicas potabilizadoras, se perjudicó rápidamente. Existieron algunos intentos del Instituto Nacional de Bellas Artes para restaurar la obra, que permaneció más de 40 años bajo el agua y en el olvido.

 

Cárcamo de Dolores

 

El acceso al público estuvo restringido hasta el año 2010, cuando el gobierno de la ciudad y el Fideicomiso Probosque Chapultepec lograron restaurarlo, y además se incluyó una pieza sonora que convierte la energía del sol, el viento y la lluvia en sonido.

Actualmente el sistema Lerma- Cutzamala únicamente distribuye el 30 % del agua que consumen los habitantes de la Ciudad de México.

 

Con información de Cultura Colectiva.